El otro día leí una historia
de uno de los grandes escritores,
uno que hacía retratos
de artistas dublineses adolescentes.
La contaba una admiradora y admirable
interlocutora,
aparte de las disquisiciones técnicas
y emocionales
me gustó que la persona que con el
gran alto y desgarbado escritor
cual Ulyses en peligro
hablaba,
contara que
cuando llegó a la terraza del bar
pidió
el escritor,
un café con leche
y enseguida encendió un puro,
no sabía yo que los escritores de tal calibre tuvieran también gustos humanos.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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