martes, 23 de junio de 2015

POLLERAS


Con sus polleras largas iba mi bisabuela a través
del campo,
un campo muy grande
tan grande como este país
que una mañana la atrajo igual que un imán
desde el otro lado del océano
hasta estos espacios fronterizos,
un campo que se mira
y se huele
y se transita arrastrando esas polleras
que terminan con el ruedo embarrado.
Anchas las polleras,
inmenso el país
hecho y deshecho entre un rumor de ranitas y bicheríos
escoltando esa caminata
que dura toda la vida
y que roza la mía hoy
a estas alturas de las penurias
del  nuevo milenio,
un siglo después casi exactamente.
Veo el cielo abierto dado vuelta y al campo
por el que mi bisabuela va
como una taza que cayó de boca
y perdió el contenido,
el cielo de pronto
le robó el campo al país
sus moneditas tristes
sus pálidas pertenencias y ella,
mi bisabuela
lo camina sin escuchar
sin ver
sin que exista sobre esta tierra para nadie
otro lugar, el cielo
se cayó de bruces
ya no acompaña al paisaje
ni a los pasos de mi bisabuela
que ha perdido su voz
su propia voz muy ajena
en ese trajinar de lavar ropa y pisos y fregar
lo ensuciado por la vida una y otra vez
una y otra vez
y otra vez ella piensa en el ruedo embarrado de su pollera
en las cacerolas sucias
en el fuentón donde se cansarán sus brazos
mientras pasan las horas
de refilón
y rasguñan las paredes de una casa que se viene abajo.
Mi bisabuela camina sobre mis  propias huellas
en este terraplén
rústico
desiluminado
en este escenario de mampostería, cielo revuelto
donde se resbalan las pisadas
una mujer camina
y el campo
sin un cielo que lo cobije
lo desconoce  todo:
el nombre de mi bisabuela
sus polleras con el ruedo embarrado
y  nuestra interminable caminata.

Del libro “Árbol de mis ancestros” de IRMA VEROLÍN -Argentina-
Compartido por Rolando Revagliatti

No hay comentarios:

Publicar un comentario