sábado, 24 de junio de 2017

EL DIVINO DERECHO A COMER


(Fragmento del artículo de 1916 Nuevos Rumbos)

     Pedimos y queremos, no sólo ocasión para el ejercicio de los grandes y fanfarrones derechos que se conocen con el nombre de libertad de palabra, de reunión, de imprenta, etc., sino también ocasión y ambiente para el ejercicio no interrumpido del grande, del eterno, del divino derecho a comer, base del eterno y divino derecho a vivir. Ahora sabemos demasiado que los tales derechos fanfarrones que declamaron arrogantemente nuestros antepasados, no significan nada, si antes no se ha atendido a lo más apremiante. ¿Qué sacan Pedro, Juan y Antonio con que haya libertades de palabra, de reunión, de imprenta, y demás chirimbolos democráticos, si ellos revientan de hambre o de fatiga, y tienen que salir a venderse diariamente por unos mafafos y unos granos de arroz para sus hijos? ¿qué sacamos los hombres, no embrutecidos y petrificados por la ruin codicia de alimañas en que vivimos, que haya habeas corpus y una regulación y distribución aparatosas de “derechos”, si la realidad nos pone día tras día ante los ojos el cuadro horrendo de Pedro y de Juan consumiendo menos, gastando menos en el banquete humano, que lo que gasta el perro o el caballo de don Pedro o de don Juan?
     Pues si esto es así, convengamos en que hay que ir quitando los ojos del monótono sube y baja de los partidos clásicos y fósiles, para ponerlos en el campo de la vida general y preocuparnos, no de que le falte este o aquel derecho a tal o cual puertorriqueño, sino de que no le falte comida. Lo primero, lo más urgente es que comamos: después vendrá lo otro.
     Ahora la injusticia, la desigualdad y el monopolio no son de casta a casta, de sangre a sangre, de nombre a nombre. Ahora son de barriga a barriga.

Publicado en el blog nemesiorcanales
Compartido por Osvaldo Rivera



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