viernes, 9 de junio de 2017

A MI VERSO


Según cuentan
la rudeza de un verso
puede ser juez y diácono
de una mitológica eternidad,
ese umbral que fosiliza
una vida ya de ultratumba.
El vuelo de sus letras
detenidas en un límite perecedero de pétalos,
ventrílocuos de quien lo sembró,
forman filas tejedoras contra sultanes,
pueden predicar la muerte en cada noche,
las tinieblas entre pistilos y estambre
con su espiral de monosílabos
arriesgar ante la luna la esencia de la escritura,
seducir la alegoría de la vida con una única palabra
péndulo del verbo amar.
¿Fuera de mí tienes vida?
Hay briznas que perfilan un oculto gorjeo
pasiones, goces, gemelos de mi vida,
pero a punta de olvido, sin mi nombre,
un trance de vértigo consuma tu final.
¿Para qué tanta soledad?
Si tu belleza se difumina en un ataúd
dolor amargo a cadena perpetua,
yo rectifico mi pulso
ya mis ánimos solo ven la estepa,
instigo el verso hasta reventarlo.

Manuel Vílchez García de Garss. 

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