miércoles, 26 de abril de 2017

LA ADMINISTRACIÓN DEL MIEDO


En un tiempo pasado ya solo en la memoria, el poeta marinero en tierra cantó: “Un fantasma recorre el mundo / nosotros le llamamos camarada”. Para que continuar si aquello es hoy historia enmohecida, recuerdos de literatura dolorosa. Revolución fracasada esclava de una burocratización estalinista, que traicionó al marxismo con premeditación y delirios de culto a la personalidad; igualdad y libertad aniquiladas en los campos de exterminios y de reeducación para el logro del “hombre nuevo”.

Tras la Segunda Guerra Mundial, en los países libres de tiranías, con esfuerzo y luchas comunes se logra que el pan pudiera ser fruto del trabajo del hombre con el reconocimiento de sus derechos. Convenios exigidos por unos representantes dignos de aquellos esforzados, a los que ahora se les denominan “productores” en la miseria. Corrieron los años y no fueron pocos los que avisaron de la degeneración y la desmemoria que lentamente iba desmoronando las ideas de progreso, deformándolas hasta estos tiempos en los que es el miedo quien recorre el viejo continente y todo el mundo. Muchos de los que no hemos perdido la memoria histórica le llamamos capitalismo feroz, una desigual lucha por el pan de cada día que en un tiempo dejó de ser rezo y limosna, convertido en derecho conseguido tras muchos años de lucha reivindicativa por razones dignas y humanas.

Este es el terror que señala Paul Virilio, arquitecto urbanista y filósofo próximo a los grandes autores de la posmodernidad que ha desembocado en una “hipermodernidad, que ha abolido las distancias y ha producido una aceleración del tiempo humano, obligándonos a estar permanentemente corriendo tras la actualidad. “Culto a lo inmediato  profundo malestar en la civilización que socava nuestra relación con el mundo”. Así se nos muestra en esta breve obra titulada La administración del miedo, porque “El miedo ha pasado de lo quimérico a ser fundamento del pensamiento y de la acción. Toda la confianza en la razón y la perfectibilidad del género humano ha ido sometiéndose de manera progresiva a un “principio de terror” que hace del miedo, desplazando a la fe, la piedra angular de nuestras actitudes frente a la existencia”

Miedo perceptible, “un fenómeno relacionado con los acontecimientos localizables y circunscrito a un tiempo: guerras, hambrunas, lutos epidemias…Hoy, es el mundo mismo, limitado, saturado, encogido, nos oprime y nos “estresa” provocando una especie de claustrofobia” Soportamos un miedo dirigido por los poderes mediáticos conservadores. Ellos lo administran y manejan según sus conveniencias de avaricia insaciable. La democracia retrocede, se corrompe, los políticos al servicio de este inmenso poder son dóciles marionetas digitalmente manejadas, actores protagonistas suspendidos de los hilos de la trama interpretado el guión dictado desde arriba, de donde llueve una constante propaganda alienadora que nos asegura la previsión de la salud, la educación, la vuelta a la “normalidad” donde el trabajo resulta ser la administración del miedo disfrazada de dudosas esperanzas.

Y a medida que se retrocede, se pierden derechos, la cultura arrinconada. todo se desmejora, la presión es tan sobrecogedora que el miedo nos va envolviendo en lo inesperado, “porque lo inesperado nunca llega de frente” Los depredadores atacan por los lados o por detrás. Hemos perdido tanto la profundidad de nuestro campo visual como “la capacidad de anticipar lo que nos rodea realmente”. Somos esclavos  de unas circunstancias que han sido impuestas con cálculo especulativo y alienador. Han logrado que la gran mayoría se convierta en masa obediente desclasada de su propia realidad social y cultural. Piezas con vida pero despojadas de sus propios atributos, sin personalidad propia, solo números, cautivos de circunstancias únicamente especulativas, una nueva servidumbre desprovista de toda herencia histórica y cultural, que nos convierte en prisioneros de “una sociedad basada en el individualismo, pero en un individualismo de masas. Según el diagnóstico del cineasta Joseph Losey, “es demasiado tarde para tener una vida privada”

Panorama desolador, realismo cruel sin fisuras despojado de toda esperanza. Los optimistas, creen poder cambiar los poderes establecidos,  teniendo en cuenta que hasta los propios “agentes del mundo de las finanzas han perdido la confianza”, dado que la base del capitalismo es la confianza de la competencia. “Por una razón de simplicidad bíblica".

Francisco Vélez Nieto
Publicado en MUNDIARIO.

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