martes, 21 de marzo de 2017

TRAS LA VENTANA DEL FORTÍN


Había un barco que cruzaba
bajo la ventana del fortín.
El sol salía ahora,
salía desde el mar.
Y el viento sur seguía
el deshilachado velado rojo
de los perdidos ojos
que miran las aves volar.
Día tras día,
agotado y sin aliento,
cautivo de paredes gruesas,
moría lentamente,
y sólo el mástil veía quieto
cuando paraba el motor en seco.
Me golpeo el pecho,
como soplo de tormenta
que agita la débil mente
y veo inclinada el asta
y la proa goteante.
Hubo un tiempo
donde pasé flotando a la deriva
por el verde esmeralda.
Nueve ocasos de refulgente luna.
Blanca espuma saltaba
y el mar callaba.
Ahora miro por el hueco abierto,
prisionero como Dantes en su mazmorra.
Y pintadas parecen las aguas claras;
adormilas las olas quietas.
Agua y más agua…
En todas partes.
Cercando las toscas rocas.
Lejano el horizonte...
El faro escondido.
Y la boca seca.
Agito el brazo tras el hueco,
pido piedad a los albatros.

Ana Maria Lorenzo 

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