sábado, 18 de marzo de 2017

SIÉNTATE, MI ALMA


Y luego llega un día y la felicidad está ahí
como el mar al pie de la mar, uno toca
la ventana, la madera, para apaciguar esa sangre
que creíamos desaparecida

junto con el viejo caballo que rumiaba el azul
y el grito verde de la hierba bajo el horno
helado; alcanzamos eso que no es todavía,
eso que vendrá: la vida

prometida, pero tenemos demasiadas piernas, demasiados
brazos y el corazón hace nudos
—siéntate entonces mi alma, siéntate, deja
al niño de tus arrugas, al niño perdido
deshacer la red del pobre pescador de agua

Guy Goffette -Bélgica- (Traducción de Diego Ibáñez)
Publicado en Periódico de poesía 96

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