Serena casualidad cae
sin querer
entre tanta seguridad esparcida
cerca de las fronteras olvidadas
de la duda y péndulos puntuales.
La singularidad ocasional
a escondidas
guarda toda su cálida ración
de llevar a cuestas mendrugos
y cuanto residuo de alboradas idas.
El residuo inexacto de lo que falta
con apariencia
y conocida suspicacia apaga al fuego
que calando devora la última
página del otoñal almanaque insepulto.
Las calles después serán cadáveres
sin huellas que dar
todo acompasado, liberado, furioso
el agujero de las concavidades crecerá
a medida de las ausencias nunca llovidas.
La inmensa gratitud sobreviviente
con rara dulzura
volverá a vibrar con intensidad
toda su ingenua belleza de tierra nativa
aquella que no sabe de desigualdades.
Orlando Ordóñez Santos
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