sábado, 25 de febrero de 2017

LOS GATOS SABEN COSAS


Prácticamente nadie niega que los gatos saben cosas. El hombre siempre lo intuyó. Por eso en el Antiguo Egipto los faraones eran enterrados con sus gatos, para que ellos los «guiaran» al otro mundo; por eso en la Edad Media se creía que las brujas copulaban con el demonio en forma de gato; por eso en la actualidad, en pleno siglo XXI, todavía hay quienes recelan de los gatos negros. Escuché una vez de una mujer que se curó de un cáncer de mama sólo porque su gato se pasaba horas lamiendo la zona en donde tenía el tumor. También escuché que ese mismo gato murió poco tiempo después, de cáncer.
¿Alguno de ustedes vio alguna vez a un gato en un entierro? Apostaría a que no. Cualquiera podrá recordar a un perro vagabundo buscando caricias o durmiendo por ahí, o a alguno que otro pájaro volando o bajando a comer alguna que otra cosa; pero gatos… No, los gatos no van a los entierros. Al menos no a la vista de los vivos.
A mí me tocó ver a uno, en una sala oscura de una casa de velatorios. Lo vi, y desearía no haberlo hecho.
Estaba solo. Yo. Ya nos habían hecho salir para trasladar el cuerpo de mi tío al cementerio municipal, pero tuve que volver porque me había olvidado el saco sobre uno de los sillones de cuero que amueblaban la sala. Entré, entonces, al mismo tiempo que un gato gris se colaba por una de las
ventanas que daban a un jardín trasero, repleto de plantas. El cuerpo de mi tío seguía ahí, esperando a que sellaran el ataúd.
El gato me vio y estuvo a punto de huir, pero enseguida se dio cuenta de que yo no representaba una amenaza.
Se acercó al cajón todavía abierto y, de un salto, se metió adentro. ¿Cómo decir lo que vi? ¿Cómo no volverme loco? ¿Cómo contarles que mi tío empezó a sacudirse, imposibilitado de abrir los ojos y la boca por el pegamento que le habían suministrado? ¿Cómo decir que el gato avanzó sobre el frenético cuerpo, acercó su boca a la nariz de mi tío y se quedó así hasta que ya no hubo
movimientos, para después irse por donde había venido sin siquiera dirigirme una mirada?
Los gatos saben cosas. Cosas que nosotros no. Cosas que es mejor no saber.

Lucas Berruezo (Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 154

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