lunes, 31 de octubre de 2016

AGOSTO NO ESPERA


El abuelo estaba nervioso. Había recibido la citación electrónica e ignoraba como consultarla. Joel, su
nieto, era el único que podía ayudarlo, pero llegaría a casa después del mediodía. Sólo quedaba esperar pero llevaba más de diez años de espera, desde su retiro. A ratos estudiaba el calendario, la última semana de julio marcaba el período de notificación.
Podría ser, como en las ocasiones anteriores, que la comunicación no fuese más que un mero saludo,
alentándolo a pasar agosto, según el viejo adagio popular. Se consideraba afortunado pero la fortuna, tarde o temprano, se vuelve esquiva. Y así lo presentía.
Cuando Joel llegó lo encontró taciturno, repasando con sus dedos el ventanal que dominaba la transitada avenida, como quien acaricia la vida.
El chico dedujo lo que ocurría.
Encendió el ordenador y consultó la casilla electrónica de su abuelo. Esta vez el tenor del mensaje era distinto: la autoridad invitaba al anciano a trasladarse a Nuevo Atardecer, una ciudad de reposo, el último destino de la tercera edad. Sin embargo, bajo esa propaganda de paraíso perfecto, todo el mundo tenía conocimiento de lo que realmente se trataba: un lugar, donde la esperanza de vida no
sobrevivía agosto.
Abuelo y nieto se mantuvieron en silencio por un par de horas.
Mentalmente, barajaron un plan para eludir el edicto. Lo habían discutido en muchas oportunidades y las posibilidades siempre eran las mismas: presentarse en la estación para emprender viaje a Nuevo Atardecer o tener la valiente cobardía de acelerar la muerte. El Estado todopoderoso, presente en todas partes, extendería su mano a cualquier destino de huida.
Nadie escapaba a las estrictas normas para mantener el equilibrio demográfico.
Las horas avanzaron con inquieta rapidez. La cena fue un rito mediático, donde ninguno de los dos
probó bocado. Sin decir nada, el anciano decidió retirarse a su cuarto no sin antes abrazar a su nieto con fuerza. Joel entendió que su abuelo no despertaría al otro día…
A la mañana siguiente, lo encontró preparado, junto a una maleta.
—No quiero llegar tarde —dijo enérgico—, agosto no espera…

Jaime Magnan Alabarce (Chile)
Publicado en la revista digital Minatura 151

No hay comentarios:

Publicar un comentario