domingo, 28 de junio de 2015

RESULTA, QUERIDO AMIGO


Otra vez, una vez más, como de costumbre llegaba tarde. Pero esta vez tenía una razón, que además sé que a él le gustará. Mi amigo Charly se pondrá muy contento cuando sepa que la he vuelto a ver. Sí, después de tanto tiempo, allí estaba ella, sentada en aquel vagón de la triste línea seis del metro.
Por casualidad, ahora lo dudo, me senté frente a ella. Porque era ella, esa melena negra y esos ojos que le hicieron en su día a Charly, que afirmaba que los ojos negros no existían, tragarse sus palabras. Iba leyendo con la misma sonrisa que el día que la conocimos. Sí, era ella, seguro. Lo comprobé cuando entró aquel chaval a la altura de Príncipe Pio, era el de siempre, hoy, como ayer, acababa de salir de la cárcel “resultando que a la hora que era todavía no había comido”. Si es que era ella le daría algo, siempre los defendía y cuando Charly y yo la decíamos que no fuese tonta que era para droga, ella a punto de llorar nos decía que ojalá nos viésemos así algún día y cosas peores.
Vi como le daba veinte brillantes duros y como se ruborizaba cuando él la llamaba guapa. Me miró pero siguió enfrascada en su lectura.
 Entre Laguna y Lucero recordé aquellos tiempos en los que Charly y yo, entre otros, no disputábamos su amor. Casi perdemos las amistades, pero lo que perdimos fue a ella. Fue en un frío marzo, poco después de su cumpleaños. Víctor, el agorero, vino a darnos la noticia. Aquella moto suya sobre la que tanto lucía.
 Por eso Charly me dirá que es imposible, que estoy loco, trastornado, que he bebido una vez más, que deje de decir tonterías, que ella murió en aquel accidente, que Félix también, que no sea estúpido. Lo que no sé es lo que dirá cuando le cuente que al llegar a Opañel, su estación, ella se levantó y
mirándome sonriente me dijo: -Hasta luego antipático.

Chema Gómez Hontoria -España-

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