jueves, 29 de mayo de 2014

CAMINOS SEPARADOS

Ahora al salir ambos se miraran furtivamente y seguirán su camino como atraídos por un enorme imán que los somete a su fuerza invisible pero de la que es imposible escapar.
Cómo me gustaría que me acompañaras, piensa él pero tímidamente le dirige un pequeño gesto, algo que podría parecer un sí, un leve asentimiento como si aceptase la propuesta que ella le acaba de hacer, también, en su pensamiento.
¿Quieres venir conmigo a pasear?, piensa ella y le dedica una leve mirada con un guiño que apenas es perceptible y luego se dirige hacia el este, él hacia el oeste y pensando ambos en los mitos platónicos alimentan la esperanza de encontrase nuevamente, mañana, como cada día, con esa ceremonia casi ritual.

Buscaminas lo ve allí, a unos cien metros. Es pequeño, y parece triste, pero a esa distancia es difícil distinguir algo tan cercano como una emoción, así que decide acercarse y cuando está ya casi a su altura, escucha que el niño llora, llora desconsoladamente y sin poder moverse le señala a Buscaminas el gran árbol caído cuyas hojas han sido calcinadas. Buscaminas se sienta al lado de la criatura que no cesa en su llanto, y ambos, sin saber por qué miran al gran árbol que también llora.
Los hombres han perdido la razón, dice Buscaminas en su tímido intento de consolar a su nuevo amigo.

¿Crees que alguna vez esta les asistió?, responde el niño en el que las lágrimas acaban de convertirse en sal.

Del libro El otro lado de SALVADOR MORENO VALENCIA

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