viernes, 28 de junio de 2013

EL COLOR CON QUE ATARDECE

(frag.)

—Sobra tiempo para dejar de rechinar,
para olvidar los temores, para dejarse vivir.

—A pesar de las arenas que caen de las manos,
no hay entre los dedos más que fantasmas.
Si late el corazón
    los días que restan se ahogan de alegría.

—Ignorar el proyecto
    es formar parte del espanto,
es deseo de ausencia, rechazo de ya.
 ...

Cuando los bosques en tierras aún indecibles
    no imaginaban su follaje,
cuando el sol era un punto
    con todos los puntos encendidos,
cuando los astros eran fragmentos
    de un único astro incomprensible y loco,
y la molécula vibraba en la insistencia,
    el escriba ya era parte de un recuerdo
    en la materia,
y aunque sus ojos no atinaban ni el espíritu
    ni el hueso, ni el calor, ni la intemperie,
en su inercia la vida planeaba la risa de la pasión
    y el cuarto oscuro de la ciencia.

Luego un hombre entrevió el roce, la fisura,
    el músculo partido
    por la simple disolución de la franqueza.

Y gimió.

Del libro “El color con que atardece” de RICARDO RUBIO
Publicado en revistaislanegra.fullblog

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