sábado, 29 de junio de 2013

AD DELENDUM UNIVERSAM CARNEM

Quien perdona todo ha debidoperdonarse todo
Antonio Porchia

“Esta noche el resfriado habrá pasado” −evita el beso de despedida−. Pero la mancha negra de su antebrazo asegura lo contrario. Apenas sale por la puerta, ella marca el número que aparece en pantalla desde que comenzó la terrible epidemia. “A alguien se le ha ido de las manos”, murmura. Como casi todos, sospecha que esa pandemia mundial ha sido provocada por un virus de laboratorio, un arma química.
Alertado por el ruido, al no recibir respuesta, decide entrar. El cliente está en el suelo, muerto pero sonriente. No me extraña, se dice: sobre la mesa, dinero, diamantes, lingotes de oro… Y una urna cerámica con forma de trono, antiquísima e irresistible. A un lado, Eva ofreciendo la manzana; al otro,
Pandora. En las caras restantes, querubines.
Sólo quiere curiosear un poco, echar un breve vistazo al contenido. La tapa encaja perfectamente... Para su sorpresa, en el interior no hay nada. El morador ha huido precipitadamente; demasiado tiempo encerrado. Eso le ha vuelto aún más irascible y virulento: quiere venganza. El Ángel de la Muerte
recuerda su primera misión, aquella en Egipto… La vieja anécdota parecerá una broma comparado con lo que se avecina.
Dentro del ascensor suspendido en el aire −imposible determinar si sube o baja−, dos hombres maduros y elegantes parecen medir sus fuerzas.
Ambos llevan una eternidad en el negocio; probablemente ya no podrían vivir el uno sin el otro.
−Si de verdad confías en su buen juicio, demuéstralo. Te propongo una apuesta.
−Pero hice un trato. Le prometí a Noé....
−Aún te aferras a tus antiguas creencias… El mundo ha cambiado −sonríe, consciente de que finalmente ha llegado su era.
“Elige al que quieras, al más recto”, dijo… Hice cuanto pude para protegerlos. Coloqué la urna en uno de esos bancos suizos tan discretos…
Mientras la cabina asciende evita mirar hacia abajo; le aterra el remordimiento.
Pero ya no se muestra inflexible como en los primeros tiempos. Los siglos le ha enseñado a ser indulgente con los errores: al poco, en su imaginación, comienza a darles forma de nuevo…

Salomé Guadalupe Ingelmo (España)
Publicado en la revista digital Minatura 124

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