domingo, 31 de marzo de 2013

BAILO


En una habitación, una mujer con pollera corta, tacos y blusa sugerente, de pie, habla a un hombre recostado en la cabecera de una cama. Hay música de fondo. La mujer comienza a bailar.

MUJER:

Yo bailo porque la sangre me mueve, ¿entiendes? (Se detiene, desafiante. Luego se mueve lentamente, al ritmo de sus palabras.) Cojo el ritmo, los pies se escapan del piso, las piernas tiemblan y entro en otro universo. Un mundo brillante y colorido, donde los hombres me rodean; soy una abeja reina cortejada por un ejército de zánganos. (Da varios giros por el cuarto, se excita.) Muestro y oculto, descubro el deseo en esos ojos voraces, me hacen el amor y piden más. Bailo, bailo y soy una emperatriz en una corte, soy la primera estrella de un ballet ruso, soy el tesoro por el que cualquiera de esos hombres correrá mil aventuras, dejando a Harrison Ford como un oficinista. (Apoya un pie sobre la cama, recupera el tono normal.) Cuando bailo no hay noche ni día, no hay dolor ni enfermedad, he atrave-sado el espejo y no pueden herirme, ninguna catástrofe puede acertarme. (Va elevando el tono de voz, enojándose.) Quiero bailar eternamente, quiero borrar las paredes con pintadas obscenas de mi barrio. Varita mágica, con el baile desaparecen los años de estudio en balde, la vista menguada por noches de libros a luz de velas, las mañanas gélidas caminando al Colegio para terminar expulsada. (Vuelve a bailar con más brío.) Déjenme bailar, dejen que mi hijo se convierta en una criatura deliciosa y sana, que pierda esos aparatos que le permiten caminar y respirar traba-josamente. Déjenme, que sube el ritmo y se convierte en furioso, el placer aumenta y se lleva el cuarto oscuro don-de habito, quita los llantos resonando en mi oreja noche tras noche. Bailo hasta que quedo sin aire, el cerebro en blanco, flotando en un espacio que bien puede ser el cielo. Ese cielo al que no llegan las calles del vecindario. (Cae sobre la cama, boca arriba, brazos extendidos.) ¡Libre!, ¡libre de mi historia, vuelo ligera y resplandeciente! (Cierra los ojos unos segundos, se incorpora.) Suban el volumen que mi cuerpo necesita alimentarse de pasos gráciles para que mi alma pueda desayunar sueños. Giro y giro, me convierto en un trompo impidiendo que se perciban mis heri-das y mis defectos. Soy hermosa como una nieve negra, hermosa. (Se termina la música, la mujer queda detenida en un stop.) Hermosa e imposible. Porque desaparezco cuando la música cesa y el encanto vence, cuando me convierto en esa mujer atrapada en una vida miserable. En esa mujer que sólo espera que vuelva a sonar la música para recuperar su verdadera existencia. (Cae de rodillas junto a la cama, apoya su cabeza sobre ella y llora.)
Apagón.


Mención de Honor de Monólogo Teatral Hiperbreve Concurso Internacional de Microficción “Garzón Céspedes” 2012
Juan Pablo Goñi Capurro (Argentina)
Publicado en Los Cuadernos de las Gaviotas


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