jueves, 28 de febrero de 2013

ENTRE EL LEÓN Y LA GACELA


Pudo ser el pegaso de alas blancas
emergiendo del mar en remolino;
unicornio, tal vez, en bosque mágico,
cuerno de oro, pezuñas de suspiros;
pero elegí el león por compañero,
y en alguna ocasión me he arrepentido.
Sigo con él; o dicho de otro modo,
se mantiene él conmigo.
Vive dentro de mí, vigor, nobleza,
provocación, dominio,
y sabe reafirmar su jerarquía
hablándome en rugidos.
Va de caza, mas no por devaneo,
mas por necesidad, cuando es preciso.
Y observa, avanza sigilosamente,
y cae sobre la presa, decisivo.
Quien dice conocer mi fondo humano
lo llama mi carácter, o mi instinto.
No sé si somos dos o hay uno solo,
pero a veces intento el equilibrio
de dos fuerzas opuestas,
sin llegar a saber el veredicto.
Tal vez junto al león, sin conocerse,
reposa una gacela, y al unísono,
se deslizan por vías paralelas,
cada cual a su estilo.
Ella será de seda, o terciopelo,
sutil, etérea, plenilunio idílico,
exquisitez de acción y de palabra,
mientras él es martillo.
Casi no sé quién soy, si hoy soy de cera,
de nata y miel, de claridad y lirio;
o si mañana mi otro yo, rebelde,
tomará el mando a garra y desafío.
De algún modo, me agrada
esta doble función, o dualismo,
de que apenas me siento responsable,
pues no fue mi diseño o mi designio.
Me siento más completo
con dos polos opuestos. Mi incentivo
será hallarme en el fiel de la balanza,
siempre a medio camino
entre el gentil zarpazo de la fiera
y el blando ronroneo del suspiro.
Si rondas en mi entorno,
pulsa el botón cercano a tu latido.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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