domingo, 24 de febrero de 2013

ENSUEÑO CELESTE


Riachuelo de aguas cristalinas que baña mi precioso cuerpo bronceado, ahí mis alas impermeables reflejan la luz indestructible que proviene de distintos puntos del espacio circundante, cual escala musical; exquisitas melodías acarician mis oídos y me incitan a navegar sobre el excitante líquido,
arroyo que se transforma en río, torrente que desemboca en un océano, mar que crea olas, las cuales crecen hasta llegar al firmamento. Desnudo y complacido alcanzo la magnificencia de la obra divina, preclaros personajes me reciben, me conducen hasta la descollante entrada. Mis pies flotan encima de un suelo parecido al algodón, traviesos querubines se apoyan en mis piernas, luego se despiden con dulzura.
Deslumbrantes hembras se acercan a mí y me colman de besos, cada una desea llevarme con ella, empero escojo a la más tímida, la más brillante; me elevo, tomándola de la mano, y recorremos la
vasta ciudad, la principal de entre setecientas setenta y siete. Fastuosas estructuras celestes, azules y blancas recrean la vista, casas hechas de cristal, seres espectaculares que gozan de multitud de placeres; degustan manjares exquisitos, realizan todo tipo de juegos.
Mi compañera se aproxima a mí, me brinda un tierno ósculo, su lengua es deliciosa, la amo. Serafines nos rodean y nos guían hacia el espléndido palacio, donde todos pueden ingresar, donde todos pueden habitar, donde la única regla es ser feliz. Descendemos a ese lugar, el cual parece ensancharse hasta
el infinito; veo gente abrazarse, amarse, seres queridos, unidos, padres, hermanos, novios, esposos, hijos, amigos. Camino entre ellos, me dirijo hacia el centro, allí se ubica la luminosidad más potente y perfecta de todas. De mis ojos nacen lágrimas, quisiera agradecer, alabar, pedir perdón, decir tantas cosas, pero las fuerzas me fallan. Enseguida mi amada se aleja de mí con velocidad. Siento que el piso
bajo mis pies se abre y caigo, hacia un abismo, hacia una tórrida oscuridad…
« ¿Durmiendo de nuevo, hijo de mil putas?», me dice alguien mientras me clava sus cuernos y garras. «
¡Levántate, mierda, hoy es día de tortura!». Nervioso y dolorido sacudo mi rabo, cojo mi tridente e inicio mi triste faena. La vida suele ser muy dura en el Infierno.

Carlos Enrique Saldivar (Perú)
Publicado en la revista digital Minatura 124

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