sábado, 29 de septiembre de 2012

UN RINCÓN


Ya se.
Los ojos.
Y esas pestañas como un desfiladero lleno de cuchillas.

En un cobijo lánguido de la calle Santa Eulalia,
rincón adormecido por el murmullo de la gente transitando,
de pronto pareció que tus pestañas goteaban luz
como diablillos danzando un vals vienés.

Sí, claro.
Los ojos.
Me dije.

Y eran ojos que reían como balcones incandescentes.

Sí, ya se.
La luz.
Y los ojos.

Pero de pronto el rincón adormecido del instante se hizo tiempo.
Y una maraña de riñas apáticas,
un elogio de la desesperación fue el elixir del adiós.

Y quedará el rescoldo,
la rasgada luz esculpiendo tus pestañas.
Y unos ojos tardíos.

Ojos tardíos que una vez,
recordarás,
poblaron un rincón de sombras
que paseaban por la Calle Santa Eulalia.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

No hay comentarios:

Publicar un comentario