viernes, 28 de septiembre de 2012

LA PRESENCIA DE REBECA


Había pasado mucho tiempo desde que la pequeña Rebeca partió de casa sin ninguna razón aparente. Desconocía si sus padres la buscaban, desconocía si la echaban de menos en el colegio...
Sus pies estaban completamente agrietados y a pesar de ello seguía caminando por aquel mágico bosque que en principio no tenía salida. Se quedaría allí para siempre embaucada por el misterio de la muerte de aquella mujer que aspiraba el dulce aroma de las flores mientras que su hemorragia interna le provocaba la muerte…
Rebeca se camuflaba entre los setos cada vez que oía los casi imperceptibles pasos de aquel señor. Se preguntaba una y otra vez, quién era, qué era y si sería el responsable de la muerte de aquella bonita mujer que yacía entre las flores. Cada vez que intentaba reunir algunas de las pistas del responsable de
la muerte de aquella joven lo único que hacía era acercarse, pero cada vez que se acercaba tenía la sensación de que no se movía prácticamente del sitio.
Rebeca despertó atada a unas ramas rodeada de fuego. El extraño espécimen la había crucificado y se disponía a quemarla. Lo raro es que cuando el fuego le rozaba la piel tenía la sensación de estar muy bien, sentada en un lago, rodeada de margaritas…Era la trampa del espécimen de las flores…
Para parar aquello pensó que lo mejor de todo era averiguar el mecanismo que se hallaba en su cerebro para regresar a casa, pero por más que lo intentaba no lo lograba, así que se quedó en aquel lago amenazada por las brillantes y esplendorosas margaritas…
El sol roza la piel de Rebeca. Esa niña ingenua de ocho años despierta en el cuerpo de una joven de veinticuatro años. Se halla tirada en un callejón estrecho y oscuro. Es recogida por el detective Boyle que le explica que ha sido dormida con cloroformo y que el cloroformo a veces nos hace tener unas
pesadillas maravillosas.
—Has estado en brazos de la muerte, pequeña- le dice.
—He estado en sus propios brazos y he vuelto a mi infancia- contesta ella.
—Yo siempre provoco eso porque yo soy la muerte pero también la nostalgiaconcluye el detective.

Laura Daza Moya (España)
Publicado en la revista digital Minatura 121

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