domingo, 29 de abril de 2012

SI UNA MITAD SE VA

Nunca nos queda la mitad de todo
lo que hemos aportado.
Si uno se va, parece que se lleva
todo el calor, la luz, el arrebato,
dejando hielo, sombra, y abandono;
y si no se lo lleva, en el naufragio
lo absorbe el mar, perdiéndose
con idéntico, triste resultado.
Todo parece igual: Ventea, llueve,
a la primera luz cantan los gallos,
se abren las rosas o se caen las hojas,
nieva en las cumbres, se endurece el barro;
se repiten los ciclos de la vida
a toques de bondad, o a machetazos.
Pero será atropello en nuestro entorno,
cicatrices, cerrojos, cenotafios.
El ángel del dolor tiende sus alas
sobre los corazones solitarios,
pero no los consuela, los confunde,
los obliga a brindar con vino amargo
por las aberraciones de la vida,
y el enmudecimiento de los cantos.
Todos hemos perdido algunas veces,
todos hemos sentido nuestras manos
perforadas a golpes de martillo
por los siniestros clavos
del abandono, el fraude, la insolencia,
de falso amante o de fingido hermano.
Y cuando descendemos
por fin de ese calvario,
vemos la brecha abierta en nuestra entraña,
por donde huyeron pétalos y pájaros,
todo cuanto fue bello,
por donde ingresan soledad y llanto.
Queda el recuerdo, es cierto, aunque a menudo
maltrecho, envenenado.
Nunca nos queda la mitad de todo;
si una mitad se va, se lleva tanto…

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDAGLO -Los Angeles-



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