lunes, 24 de octubre de 2011

POEMAS

Horas perdidas

Despierto junto a ti cada mañana
con manos tibias, de tu piel espesas,
y el alma saturada de sorpresas,
mi audaz, conspirativa cortesana.

Dormí, dormiste. Con la luz temprana,
de tu sueño de arcángeles regresas,
y el mío desconectas, cuando besas
mis párpados cerrados. La ventana

ya es irrupción de sol. Las avenidas
se pueblan de rumor. Qué horas perdidas
en la inconsciente calma del reposo.

Oh, compañera de mis noches, y eco
de mis hondos impulsos; no hay un hueco
dentro de mí, contigo, soledoso.


Se adelgaza el recuerdo

Abre la boca el tiempo y me devora
los días azulados, de veredas
zigzagueando aisladas arboledas,
del tacto acariciante, el pie que explora.

Teníamos el alma soñadora
de quien se moviliza sobre ruedas
a caza de futuros sin monedas
ni prejuicios, ni argucia enturbiadora.

No era de ingenuidad nuestra tendencia,
mas de improvisación, con esa urgencia
de futuro que arranca en el presente.

Y vivimos al día. Sin complejos.
Pero de aquellos tiempos, ahora viejos,
sólo queda una huella intermitente.


Claroscuro

Te cubre el aire, el tiempo, y se te aferra
como toga de bronce la campana
que tañe en tus recuerdos, y mañana
tal vez también te cubrirá la tierra.

El alba en círculo de luz te encierra,
y el ocaso en tul de oro te engalana,
pero la noche en sombras te empantana,
lúgubre cabalgata en pie de guerra.

La canción de los bosques te rodea,
por ti se agita el mar, y se azulea,
pero te azotará el clamor del trueno.

Brindarás brazo en alto por la vida,
mas hallarás la música dormida,
y al fondo de tu cáliz el veneno.


Contrapartida

Reencarnación funesta del Rey Midas
que todo al tacto transformaba en oro.
Tus manos truecan el mayor tesoro
en plomo y hierro por la fe perdida.

Se va extinguiendo en ti cada encendida
antorcha emocional, y queda el coro
de amantes en doliente deterioro,
desangrada cada alma malherida.

Tu celo constructor e iconoclasta
erige el templo, mas también lo aplasta,
en que auspicias tu propia adoración.

Destruyes lo que tocas, pero un día
descubrirás tu cama tan vacía
como parece estar tu corazón.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-

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